Ricardo Fort: “Una vida con dolor”
Creo que lo peor que hay en la vida es el sufrimiento. Hay sufrimiento del corazón por mal de amores, por la pérdida de un ser querido o por no poder lograr las metas que uno quiere. Pero el peor de los sufrimientos y el más difícil de sobrellevar es el dolor corporal.
Por Ricardo Fort para EL SENSACIONAL
La pena del corazón se calma cuando aprendemos lo que debemos aprender, conocemos a alguien nuevo y nos volvemos a enamorar. La pérdida de un ser querido sólo se atenúa con el tiempo y comprender que ese ser querido está en un plano superior y se encuentra realmente feliz y dichoso. Cuando no logramos nuestras metas, lo solucionamos volviendo a ponernos una meta nueva y alcanzándola.
Pero el dolor del cuerpo por un problema físico es el más difícil de sobrellevar y el que más trastornos emocionales puede producirnos sin darnos cuenta.
Culto al físico
Por Ricardo Fort para EL SENSACIONAL
La pena del corazón se calma cuando aprendemos lo que debemos aprender, conocemos a alguien nuevo y nos volvemos a enamorar. La pérdida de un ser querido sólo se atenúa con el tiempo y comprender que ese ser querido está en un plano superior y se encuentra realmente feliz y dichoso. Cuando no logramos nuestras metas, lo solucionamos volviendo a ponernos una meta nueva y alcanzándola.
Pero el dolor del cuerpo por un problema físico es el más difícil de sobrellevar y el que más trastornos emocionales puede producirnos sin darnos cuenta.
Culto al físico
Toda mi vida hice culto de mi físico, entrenando desde los 16 años. Formando mis músculos y dibujando mi cuerpo hasta llegar a lo que yo creía era la perfección, a la que en realidad, nunca jamás se llega y que hace que cada vez te esmeres más por llegar a ese ideal, forzando tu cuerpo sin pensar en las consecuencias que, con el tiempo, pueden existir.
Con los años el cuerpo empezó a cobrarme los esfuerzos que hice. Con una columna con escoliosis de nacimiento que se fue agravando sin darme cuenta, fui destruyendo mis huesos sin notarlo, porque sólo me importaba lo que reflejaba el espejo.
Los dolores empezaron a aparecer por plazos cortos, pero, cada vez, los plazos se fueron extendiendo, hasta el punto de no poder aguantarme sentado más de 10 minutos en una posición.
Manejar era ya una pesadilla, y tenía que frenar el auto y reclinar el asiento por unos minutos cada vez que el dolor me invadía. Así, tuve mi primera consulta con un traumatólogo de columna, el cual me aconsejó “jamás te operes, porque después de la primera operación vendrá una segunda y una tercera, fijando las vértebras que van quedando sanas cada vez más arriba hasta terminar con toda la columna fija”.
Como los dolores continuaban, fui a ver a otro médico el cual me operó, poniéndome tornillos y varillas hasta la cuarta lumbar.
Paré de sufrir por un tiempo corto, hasta que el cuerpo hizo una cifosis para adelante en la parte sana de la columna. Los dolores empezaron nuevamente y la única solución para calmarlos era la morfina. Recetada y tratada por especialistas, la morfina es uno de los opioides menos peligrosos que hay en el mercado.
Más operaciones, más dolor
No tuve más opción que volverme a operar. Me sacaron todo el trabajo anterior y me volvieron a colocar tornillos y varillas de titanio, esta vez hasta arriba de todo, fijando casi la totalidad de mi columna.
Después de una operación de más de 9 horas, los dolores post operatorios tras semejante intervención me obligaron a seguir con el tratamiento de morfina. Es hasta el día de hoy que los dolores siguen y los debo calmar con morfina. No me dejan hacer una vida normal.