Gustavo y los hijos de Ricardo Fort
Una noche alguien da una entrevista telefónica a la televisión y al rato, te encontrás llorando por su desconsuelo. Eso me sucedió ayer con Gustavo Martínez, ex pareja de Ricardo Fort y padrino de sus hijos, Marta y Felipe, de 9 años. Como se sabe, Ricardo firmó un documento, allá por 2010, ante escribano público, para asegurarse que en caso de morir antes de que sus hijos se convirtieran en adultos, la tutela de los menores recayera en Gustavo. La mamá de Ricardo manifestó, en los medios, su acuerdo con la idea de que sus nietos sigan viviendo con Gustavo. Así, sólo falta que un juez apruebe la decisión testamentaria de Ricardo para que Gustavo Martínez sea formalmente el tutor de Martita y Felipe, a quienes venía criando, junto a Ricardo y la niñera Marisa, desde hace años.
Por Adriana Schettini
"A Ricardo, le voy a agradecer eternamente que me haya dado una familia", afirmó ayer Gustavo, en "América noticias". Así funcionaron: como una familia. Una familia elegida que empezó con Ricardo y Gustavo en pareja. En un momento dado, Ricardo decidió ser padre mediante el alquiler de un vientre en los Estados Unidos, y Gustavo lo acompañó desde el principio. Entonces, Felipe y Martita tuvieron un papá y un padrino. Ni más ni menos que dos adultos resueltos a quererlos y protegerlos de por vida. Tiempo después, Ricardo y Gustavo ya no fueron pareja, pero hallaron la forma de quererse como amigos entrañables y no dejaron nunca de criar juntos a los niños. Ninguno de los dos, ni Ricardo ni Gustavo, quiso por nada en este mundo desarmar la familia que construyeron a su modo; libres de los dictados de la tradición y respetuosos de la ley de los afectos.
Yo lo escuchaba ayer a Gustavo Martínez, devastado por la muerte de Ricardo Fort, lo veía abrazar con desesperación el ataúd al llegar al cementerio, y su dolor me conmovía. "Lo amo con toda mi alma. Lo voy a extrañar un montón. Esta casa está vacía. Falta él. Yo miro y digo: no va a estar más. Tengo un dolor en el alma que no te puedo decir — les confió a Mónica Gutiérrez y Guillermo Andino—. Estoy abatido y trato de ponerme fuerte ante los chicos, pero hago lo que puedo...". No es al Ricardo de los reality shows ni al de "ShowMatch" al que llora Gustavo en estos días. Lo dijo muy clarito: cuando Fort se convirtió en famoso, él siempre se mantuvo al margen de los medios, porque él nada tenía que ver con ese mundo de reflectores y purpurina. De hecho, Gustavo trabaja desde hace 35 años como entrenador físico y no se le pasó jamás por la cabeza la idea de abandonar su oficio y sumarse a la corte de Fort en la TV.
Gustavo acompañó a Ricardo en la salud y en la enfermedad. Se diría que las enfermedades que a Fort le atormentaban el cuerpo a Gustavo, le martirizaban el alma. "Él pedía a gritos que le quitaran el dolor y que le arreglaran la rodilla—lamentó ayer en la tele—. Y al final, la única que le sacó el dolor fue la muerte. ¡Fue un precio altísimo el que tuvo que pagar para dejar de sufrir: la muerte! Altísimo e injusto". "Ricardo tenía 45 años y muchos proyectos, a pesar de su debilidad", le reclamó al destino.
Emocionada, Mónica Gutiérrez le mostró un horizonte: "Te deseo que tengas la fortaleza de tomar la posta del legado que Ricardo te deja: la crianza de sus hijos. Probablemente, el lado más real de su vida, el menos mediático, son esos dos chiquitos. Ustedes emprendieron juntos la aventura de ser papá y padrino y ahora te toca a vos tomar la posta. Que tengas fuerzas para llevarlos hasta la mayoría de edad". Sí, papá y padrino, como dijo Mónica. Una familia. Una familia no tradicional, una familia a la carta, como hay tantas en el siglo XXI.
Habrá quien niegue que se pueda llamar "familia" a un papá, dos hijos y un padrino. Es materia opinable y cualquier opinión es respetable. Por mi parte, no encuentro otra palabra que "familia" para aludir al vínculo que lleva a un hombre en pleno duelo a elevar su mirada al Cielo y proponerle a la divinidad el siguiente acuerdo: "El único deseo que yo le pido a Dios es que me dé la suficiente vida para verlos crecer —explicó Gustavo Martínez en la tele—. Y que cuando ellos sean independientes, que Dios haga conmigo lo que quiera". Ruego que Dios le dé consuelo y larga vida a Gustavo Martínez.