Ricardo Fort: “No tengo asignaturas pendientes”

En una entrevista sin concesiones previas ni pactos ulteriores Ricardo Fort desnuda parte de su alma y asegura que no tiene asignaturas pendientes con la vida.


En una entrevista sin concesiones previas ni pactos ulteriores Ricardo Fort desnuda parte de su alma y asegura que no tiene asignaturas pendientes con la vida.

Cuando se enfrenta al espejo, ¿qué le sucede?

-A veces, la imagen que me devuelve el espejo me gusta y, en ocasiones, no.

¿De qué depende?

-Del día. Si tomé un medicamento que me hinchó o si siento que estoy envejeciendo.

¿Es complaciente con usted?

-Para nada. Soy muy crítico.

¿Qué se critica?

-Todo.

Todo es mucho

-Lo sé, pero siempre fui muy perfeccionista con respecto a mi cara y a mi cuerpo y con todas las operaciones que he tenido estoy intentando recobrar mi estado físico, porque me gustaría volver a tener el cuerpo que tenía y sé que eso es muy difícil.

¿No tenerlo lo pone mal?

-Sí. A veces me pone mal comprobar que no tengo el mismo cuerpo de los veinticinco años.

¿Mantenerse en esa forma le demanda mucho esfuerzo?

-Muchísimo.

Tamaño esfuerzo, ¿lo lleva adelante con placer?


-Lo llevo adelante sabiendo que cuando me mire al espejo me voy a ver bien. En ese punto, el sacrificio vale la pena.

¿Por qué razón le vendería el alma al diablo?


-Por ninguna, pero confieso que lo he pensado.

¿Bajo qué circunstancias?
-Usualmente uno elucubra esas cosas en momentos en los que se siente mal.

¿Por qué no lo hizo?


-Porque me dijeron que el diablo no paga muy bien que digamos (risas).

¿Sólo por eso?

-No y porque, teóricamente, la vida que me ofrecen vivir no es algo que no pueda conseguir yo como persona.

¿Tiene su alma en venta?

-Yo no dije eso.

Suponiendo que le ofrezca su alma al diablo, ¿piensa que él se la compraría?

-No sé cómo piensa el diablo.

Pero sabe cómo piensa usted.

-Yo pienso que lo que me puede ofrecer el diablo lo puedo conseguir yo por mis propios medios. Por ende, no vale la pena pactar con él.

Y con Dios, ¿sí?

-Es probable.

Y a El, ¿para qué le pediría un tiempo extra?

-Para volver a ser joven, pero con la mentalidad y la experiencia que tengo hoy.

¿Cómo reacciona cuando le dicen que no?

-¿Te referís a Dios?

No, hablo de los mortales.

-Depende. Si la negativa es lógica, la acepto.

¿Las opiniones de los otros pueden torcer el rumbo de las suyas?

-Por supuesto. No soy necio. Escucho.

¿Con qué cosas no transige?

-Con los valores.

¿En qué se sabe flexible?

-En el amor.

¿Qué les diría hoy a los que no creyeron en usted?

-Que me la chupen (risas). En verdad, no les diría nada. Todo está a la vista.

¿Alguna vez tuvo que golpear puertas?

-Sí, y me cerraron muchísimas.

¿Quiénes?

-Eso no importa. Muchos de ellos son los que hoy me chupan las medias, pero allá ellos.

¿Cree que acá se hacen y se pagan?

-Todo lo que se hace acá se paga acá. El punto es que me encantaría ver cómo lo pagan, ya que no siempre se ven esas cosas. En ocasiones, me pregunto: "¿Por qué esa gente que hace tanto mal no la está pagando?" y me responden: "La están pagando, porque en su mundo interior están sufriendo". Por la experiencia que he tenido, te aseguro que, tarde o temprano, quien las hace, las paga.

¿Vio pasar el cadáver de alguien que le hizo una trastada por delante de su puerta?


-Sí, los he visto a todos.

¿Qué le habían hecho?
Nada grave, pero ya desaparecieron de los medios, ya se les dio vuelta todo; mientras, yo sigo adelante.

¿Qué no puede perdonar?

-Creo que la mentira, porque en realidad la perdono. Pienso que hasta la falta de lealtad se puede perdonar, aunque esto es lo que más me duele.

Descubrir que le han mentido, ¿lo saca de su eje?

-Absolutamente. Cuando descubro al mentiroso enfrento la situación, pero como soy demasiado bueno, lamentablemente no bajo la persiana para siempre.

Dicen que cuando una copa se rompe, por más que la peguen ya no vuelve a ser la misma, ¿usted cree que es así?

-No creo que eso ocurra con las relaciones. Yo soy un muy buen tipo. Cuando perdono, perdono. Eso sí, no me olvido. Soy memorioso, pero no soy rencoroso.

Del sufrimiento, ¿se aprende?

-Obvio, De todo se aprende.

Y dígame, ¿qué se puede aprender de usted?

-A tener en claro que la vida es una sucesión de momentos que uno debe disfrutar y que hay que aprender tanto de lo bueno como de lo malo para seguir creciendo.

Por último, ¿qué cosas le quedaron en el tintero?


-Nada. Siempre hice lo que quise. No tengo asignaturas pendientes con la vida. 

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